Despedida
Los que siguen a los trenes en los que viajan muchachas muy enfermas con los ojos llorosos
Los que se acuerdan de la tierra perdida, despertados por las sirenas de los navíos
Los que encuentran la infancia distante en un niño que juega
Éstos entenderán la desesperación de mi despedida.
Porque este amor que va a viajar hacia la última estación de la memoria
Fue la infancia distante, fue la patria perdida, y la muchacha que no vuelve.
Poema
No morir: ser cogido por la muerte,
Ser cogido, por estar maduro, para el silencio.
No morir: inclinarse hacia la muerte
Cual las frutas, tocadas por el tiempo,
Se inclinan hacia el suelo húmedo.
No morir: estar con la muerte amplia y serena
En los ojos, en el corazón y en el cuerpo y el alma.
Estar para el Fin, maduro como las zarzamoras,
Como las zarzamoras de montaña.
Sentir en sí la armonía de los últimos pasos
Y el consuelo de las miradas que ya no quieren ver.
Ser llevado por las manos de la muerte,
Y estar con la muerte en sí, como esperanza, como esperanza única.
Poema
Era un pájaro grande. Las alas estaban en cruz, abiertas al cielo.
La muerte, súbita, lo habría precipitado en las arenas mojadas.
¡Iría de viaje, en busca de otros cielos más fríos!
Era un pájaro grande, que ásperamente dominó la muerte.
Era un pájaro grande y oscuro, que había sofocado el helado y repentino viento.
Llovía cuando yo le contemplé.
Era algo trágico,
Tan oscuro, y tan misterioso, en aquel yermo.
Era algo trágico. Las alas, que los azules habían quemado,
Parecían una cruz abierta en el húmedo arenal.
El gran bicho abierto guardaba un grito perdido y terrible.
(Poesía iberoamericana contemporánea. Una antología general. Pról., selec. y notas Ramón Xirau. México: SEP / UNAM, 1982)