Luis de Sandoval Zapata

Amor a un imposible grande

Nace la aurora con renglón de flores,
es luminar pronóstico del día,
cuando en aquel que fiebre padecía
saludan su ardor rubio sus fulgores.

Cuando es la luz testigo a los amores
del que entre finos lazos se dormía,
los mismos soplos de la aurora fría
son el despertador de mis ardores.

Llega la tarde y ese sol detiene
los pasos ferverosos de su curso.
!Ay de quien vive y llora y nunca yace,

y a amar un imposible se contiene!
Que la aurora, aunque gime, es sin discurso,
y aunque hoy expira el sol, mañana nace.

Riesgo grande de un galán en metáfora de mariposa

Vidrio animado que en la lumbre atinas
con la tiniebla en que tu vida yelas,
y al breve tiempo del morir anhelas
en la circunferencia que caminas.

En poco mar de luz ve oscuras ruinas,
nave que desplegaste vivas velas;
la más fúnebre noche que recelas
se enciende entre la luz que te avecinas.

No retire tu espíritu cobarde
el vuelo de la luz donde te ardías,
abrásate en el riesgo que buscabas.

Dichosamente entre sus lumbres arde,
porque al dejar de ser lo que vivías
te empezaste a volver en lo que amabas.

Desengaños a la vida en la brevedad de una rosa

Esa rosa que, en verde movimiento,
la despeñó Faetón de primer hora;
que siendo travesura de la aurora
la burló su carmín el primer viento.

Vio tan efimeral su lucimiento
que huéspeda de un breve sol se llora;
el mismo sol la entierra que la dora,
tan cerca está la muerte del aliento.

¡Qué tasada respira una ventura!
Aun sin llegar a dos auroras frías
topó el hierro fatal tan bella suerte.

Pierde respiraciones y hermosura,
que si ha de envejecerse con los días,
mayor mal es la vida que la muerte.

A una hermosa difunta

No viva el sol seguro en su carrera,
teman caduca suspensión sus giros,
de ese túmulo aprendan sus zafiros.
¡Ah, cuántos desengaños reverbera!

Repase ya escarmientos esa esfera,
mire esta luz ajada a pocos tiros,
cuando en huestes heladas de suspiros
al mismo amor hirió muerte severa.

Isabel expiró; quedóse, cielo,
muerta la vida y viva la hermosura;
venció a la muerte, sus venenos pisa.

Que aun con los bebedizos del napelo,
no pudo convencer a su luz pura
para laas evidencias de ceniza.

(L. de Sandoval Zapata. Obras. Est. y ed. José Pascual Buxó. México: FCE, 1986)