Rescate
Si no existieras tú,
si fueras, no sé,
un tirabuzón trenzado,
una dicotomía entre tu palma y tu cuerpo,
ganas que se quedan en ganas.
Si fueras, cómo decirlo,
alguien que se ajusta a los límites de los días,
una sospecha,
un intento.
Si no existieras tú,
si fueras otra cosa
con tu misma cara, voz y manos,
pero otra cosa,
en mi fin y en tu cabo,
te atravesaría entera,
te rompería las barreras,
te cruzaría de norte a sur pisando tu brújula
como el náufrago que traspasa bosques para llegar
al mar
y te habitaría con mis barcos
en la proa de tu esencia
esperando
sin ningún tipo de duda
ni tiempo
el rescate.
Tres mil latidos y doscientos litros de sangre
Si pudiera multiplicarme
pasearía contigo
dándote las dos manos.
Quiero decir,
si pudiera ser dos yo,
yo dos veces
—entiéndeme—,
un alma repetida
como el rizo que se enredara entre dos dedos
y pareciera un meñique
o los labios
que abrieran paso a una lengua
que precediera a un beso
que se duplicara buscando la eternidad,
colonizaría tu hoy y tu mañana,
te esperaría donde estarías
y donde querrías estar,
te extrañaría
viendo cómo tus besos
crean goteras en mis pestañas
y al mismo tiempo te dibujaría labios
llenos de saliva
en el centro de tu dedo corazón.
Si pudiera redoblarme
nos observaría desde fuera
como quien mira a los ojos de la muerte:
con envidia.
Si pudiera estar aquí y allí
estaría en ti y en ti,
prendería fuego a Troya
mientras te regalo París,
te miraría dormir
y al mismo tiempo soñaría contigo.
Ya sabes a lo que me refiero,
si pudiera engañar a las coordenadas
crearía un mapa donde solo cupieran
tus dedos de los pies
y esta necesidad mía de seguirte a todas partes.
Si pudiera ser la misma en dos mitades,
amor,
te vestiría con el mismo nerviosismo
con el que me dejas desnudarte,
limaría mis errores
para que el tropiezo fuera suave
y sería a la vez precipicio e impulso
de todos tus miedos y sueños.
Si pudiera,
mi amor,
convertiría todo lo que ahora es singular
en plural.
Pero no puedo,
así que has de conformarte
con lo único que puedo hacer:
quererte
—no el doble, ni por dos, ni al cuadrado,
sino con la fuerza de un ejército
de tres mil latidos y doscientos litros de sangre
que queriéndote dar más de lo que tiene
te da todo lo que es—.
Infección
Infesta burla de la vida,
maldita tristeza.
Suicida alimaña
que solo busca torturar el alma
en el regocijo de su putrefacción.
Vomitivo ataque
que refugiándose en una arcada sobrevive
y se hace con el aire,
impregnando hasta el aliento de una voz.
Y ni te matan ni matas:
sólo deshaces, diluyes y destruyes.
Y aun así te salvas
en la inspiración de derruidos poetas,
manos muertas que te expulsan rotas de dolor;
en palabras destrozadas,
vomitadas en frases mordidas por el tiempo;
en miradas que sentencian muerte,
disyuntiva entre tu cuerpo y el mío.
País de poetas
Hoy a España le han dado una paliza
—el último parte indica agonía—
y llora como un cachorro abandonado en la cuneta
mientras susurra llena de pánico:
se están llenando mis puentes.
Y yo la miro
con los ojos llenos de justicia
y le digo:
aguanta, te salvaremos los supervivientes.
En la calle solo queda vivo un hambre feroz
que aterra:
el canibalismo de un capitalismo devorador.
Quien dice defendernos nos acaricia
y nos deja la cara llena de sangre
un abrazo falso duele más que una puñalada…
y lo saben.
Quieren rajar nuestras gargantas
y nutrirnos de sus restos,
atar la libertad de pies y manos y lanzarla al mar
como quien ahorca con saña los derechos humanos.
Son culpables de todo este daño
y no saldrán indemnes:
este aullido en su oído pronto se convertirá en
dentellada.
Seguimos siendo salvajes humanos
dentro de su circo,
pero terminará la función y destrozaremos su
sonrisa de payaso.
Os estamos descubriendo
y la rabia fluye por nuestras venas
junto al hambre, la pobreza y la injusticia
—quien os lo iba a decir:
cabe más humanidad en estos cuerpos
que mierda en todos vuestros discursos—.
Hoy España huele a podrido,
aunque yo la siento más guapa que nunca
cuando bajo a comprar al mercado
en ese puesto que está a punto de cerrar
y me desean buen día
o cuando veo a un estudiante
ceder su asiento a una mujer con una pensión de
mierda
que sonríe con esa resignación
de quien ha vivido de paz a guerra de paz a guerra
de paz a guerra de paz a…
Parece que cada mañana el pueblo grita:
“Nos quedamos para salvarte,
España”
Y el pueblo nunca miente.
Y vosotros escuchad,
soltad los hilos corruptos de vuestras manos
y mirad hacia abajo
cerrad vuestra boca llena de humo negro
y abrid bien vuestros oídos viciosos:
solo aquel que no tiene nada tiene todo.
Nos habéis convertido en el ejército más poderoso:
ese que no tiene nada que perder.
Y vamos a por vosotros,
armados hasta los dientes de valor,
escudados con una resistencia caníbal
y con un amor violento por la supervivencia.
Jamás debisteis usar a las palabras en vano:
vivís un un país lleno de poetas.
Nunca olvides que eres un pájaro atrapado en la nieve
A mí me salva no entenderme,
pero hay unas flores preciosas creciéndote en las
lágrimas,
un fuego congelándose
en la escalera que separa nuestras bocas,
arañas jugando entre mi pelo,
un estropicio latente ordenado en mis heridas,
un beso lento en la sartén
y
un
montón
de
relojes
parados
suspendidos
detenidos
atrapados
en
la
última
vez
que
miré
el
lunar
de
tu
muñeca.
(E. Sastre. Baluarte. México: Seix Barral, 2021)