Odysseas Elytis

V
[De «Bonanzas»]

Las muchachas que pisaron las pocas
Palabras crecidas del sol
¡Se rieron! Y qué movimiento
En las blancas lilas
En las hojarascas que sin sospecharlo
Cubrieron las malas acciones de las sombras
Las ocultas gotas nupciales

¡Ensueños recién casados! No los repudia el tiempo
Y en su pelusa encuentran su imagen.

XII

Barcas medio hundidas
Maderos henchidos de placer
Vientos descalzos vientos
En sordas callejuelas
Pétreas pendientes
El mudo el loco
La esperanza a medio construir.

Grandes noticias campanas
En los patios coladas blancas
En las playas esqueletos
Pintura brea nafta
Preparativos para el día de la Virgen
Que para celebrarlo espera
Velas blancas y banderitas azules.

Y tú en los jardines de arriba
Bestia del peral silvestre
Flaco inmaduro mozo
El sol entre tus piernas
Olfateando
Y la muchachita en la orilla opuesta
Ardiendo al fuego lento de las hortensias.

XIV

Caminamos por los campos todo el día
Con nuestras mujeres nuestros soles nuestros perros
Jugamos cantamos bebimos agua
Fresca según saltaba de los siglos.

Por la tarde nos sentamos un instante
Y nos miramos en los ojos profundamente.
Una mariposa salió volando de nuestro pecho
Era más blanca
Que la pequeña rama blanca en la punta de nuestros sueños
Sabíamos que no se extinguiría jamás
Que no recordaba en absoluto qué gusanos arrastraba.

Por la noche encendimos un fuego
Y cantamos en torno a él:

Fuego hermoso fuego no te apiades de los troncos
Fuego hermoso fuego no te conviertas en ceniza
Fuego hermoso fuego quémanos
y háblanos de la vida.

Nosotros la llamamos vida la tomamos de la mano
Miramos sus ojos que vuelven a mirarnos
Y si lo que nos embriaga es un imán lo sabemos
Y si es el mal lo que nos causa dolor lo hemos sentido
Nosotros la llamamos vida vamos delante
Y saludamos a sus pájaros que se alejan

Somos de buena estirpe.

La autopsia

Pues bien, se ha constatado que el oro de la raíz del olivo se había infiltrado en las hojas de su corazón.

Y a fuerza de velar junto al candelero, a la espera de la madrugada, un extraño ardor se había apoderado de sus entrañas.

Un poco por debajo de la piel, la línea celeste del horizonte vivamente coloreada. Y abundantes restos glaucos en la sangre.

Las voces de los pájaros, que en momentos de suprema soledad había aprendido de memoria, se derramaban al parecer todos a la vez, de tal forma que el bisturí no había podido penetrar en profundidad.

Probablemente la intención bastaba para el Mal.

Que le hizo frente —es evidente— en la terrible postura del inocente. Abiertos, arrogantes los ojos, con todo el bosque agitándose aún sobre su retina inmaculada.

En el cerebro nada, salvo un eco destruido del cielo.

Y solamente en la cavidad de su oreja izquierda, un poco de arena, sutil, finísima, como en las conchas, Lo que prueba que muchas veces había caminado junto al mar, completamente solo, con la congoja del amor y el fragor del viento.

En cuanto a esas briznas de fuego sobre el pubis, en verdad es indicio de que avanzaba muchas horas, cada vez que se unía a una mujer.

Tendremos frutos tempranos este año.

De cerca

Pero sin perder nunca la imagen de conjunto. La cabaña más sencilla requiere su verbo, sus sustantivos y sus adjetivos, como toda escritura improvisada, su Pikionis. La simplicidad no se da gratuitamente, se escenifica y se representa; si es que eres uno de los pocos millones que reivindican la humanidad.

(O. Elytis. Dignum est y otros poemas. Ed. bilingüe Cristián Carandell. Barcelona: Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores, 2008)