Las almas
Los ángeles de Rilke se mudaron a esa calle
ese número de casa
hundidos en libros cruzaban el abismo
los corredores y arcos donde amanecían
las ruinas de la casa señorial
bajo tejados marselleses velaban el sueño
de los trabajadores del henequén
muertos en tablas de la biblioteca
noticias de la hacienda de San José
ha enfermado la niña que después fue madre
de la madre
mientras en el patio las risas de los ángeles
y la bestia diminuta en mi regazo
sus ojos de animal pequeño
su desdén
Allá dentro navegan
Sentada en la cama me veo:
las manos húmedas y fibrosas
el tronco entumecido
retoños entre las piernas
y la vida en pausa
Oculto en el bastión de mis rodillas
está el mar
y el amplio vestido de algodón
como sendero de aire
por donde se fueron
Inventario
Está la hacienda que ahora es hotel
humedad costera
golpe de la sangre en la selva
que fue de la abuela
chaya en el plato
Están las mujeres anteriores
a mi biblioteca
el ardiente Caribe y aquella fotografía
entre mis libros perdidos
tiene 30
ojeras falsas
una banda en la frente
ropa de la era del Charleston
Las palabras
Líneas de la vida como cicatrices
vías del ferrocarril por donde partes
metida en tu piyama
dispuesta a rasgar el velo
mientras los niños duermen
a tu lado
(D. M. González. Lo perdido. Pról. Antonio Méndez Rubio. Madrid / México: Vaso Roto Ediciones / Universidad Autónoma de Nuevo León, 2014)