Osvaldo Lamborghini

Envuelto en una paz apocalíptica
el tipo miraba la cocina,
las hornallas, el fuego encendido:
la cocina, empapelada ciertamente
con hojas o páginas
de diarios y revistas.
Él no había merecido la estrella de la mañana,
eso es claro, y no era (ni siquiera)
el primogénito de la muerte.
La vida pasaba como un lago.
Las orillas tensas, el centro mudo.
Agua ciega, pobre y cercada.
Aquel que ayer nomás decía
tomaba ahora mate eternamente
y leía novelas de vampiros.
Televisión y fármacos: la perfección
quedó en anhelo.
Renacerá el amor con la próxima guerra.
Y en un entonces sin entonces,
con un Dios pifio que siempre tarda,
entonces se apoyará en sus muletas
y abrirá el pico como una gaviota
y derribará las puertas del paraíso,
antesala del infierno.

*****

La delicadeza lírica.
La paz. La profundidad del alma.
¿Pero qué profundidad sería ésta
sin la belleza (estúpida, sentimental)?
La condena de la belleza
es siempre
(es siempre)
ser sentimental: como el arte,
un golpe bajo.
—Teníamos esas virtudes, sólo ineptas:
en las yemas de los dedos
estaban el juicio
y los signos:
la mujer que se maquilla
y el hombre que se emperra.
La Proclama:
por un arte/sano.
La Pancarta:
los títeres
sufren más.

*****

Juana Blanco frente a una copa de whisky
jugando y como sabía ella jugar,
A la posibilidad intacta de no beberla:
Virgen la vaciaba de un trago.
Luego sonreía y más que luego
Tintineaba el hielo en el cristal.
Son cosas de fundamento:
Por eso nos decidimos a hablar
Como una ampolla de droga
Con la que ella sabía jugar
Intacta a dejarla, pero obsérvese el ademán,
Para nunca o para mañana:
Había en aquellos tiempos
La certidumbre de un jamás luego,
De un sonreírle a lo que éramos,
Tumbas cercanas y besos, besos salvos,
Palpables hasta no poder más.
Ahora el espacio gira con lentitud,
Es el tiempo y lo hay
De un perfecto luego sentimental.
Da para más, da tanto,
Ahora no es nunca ni es mañana.
Es sencillo,
Es el pasatiempo, la poesía y la verdad.
El himen que tararea
Como si fuera a cantar.

*****

A los que les va bien en la vida
algo les va muy mal, horrible.
Más bien quisieran. Son suicidas.
Administran la ideología, lo sensible,
Tienen ánimos, poder y dinero
para tramar el desastre,
pues si el bien les va no pueden, chapuceros
traer el mal: eso es indecible.
Siglos de arrastre
reponen este sofisma.
No hay matarife que lo castre.

*****

Otra, tal vez, otra rima:
Dala a la pérdida por perdida.
Un ladrido al que no hay
perro que lo exprima.
En la boca chula de Adonai
así se llamaba la vida:
—“Mal que no se halla contra”—
No le tengas, gas, grima
a la gloria roja
del homicida:
de su matriz se la despoja
más la crin (lacrima) de una potra.
La grima íntima intimida
y sin música sonroja.

(O. Lamborghini. Poemas 1969-1985. Ed. César Aira. Buenos Aires: Mondadori, 2012)