Susana Thénon

Nocturno

Déjame nadar por tus venas,
por tus ríos de sangre
y de saliva,
por tus manantiales de sombra,
por tus rincones tiernos,
por tus lentos respiros,
por tus ojos serenos,
por tus palabras tristes,
por tu sonrisa inquieta,
por tu marcha sobre el asfalto
turbio de las ciudades
déjame serte.

Nada

Mis ojos se ennegrecen
ante estos días
de luz y risa ajenas,
de sal, de muerte hueca
en la sangre.
Quisiera desnudar mi grito
en la calle,
volcarlo en las esquinas,
atravesar paredes
y canciones,
golpear en lo más bajo,
trepar los pensamientos,
devorar las raíces del asombro.
Mis manos se marchitan
abrazando la nada
como esas hojas turbias
que se aferran al árbol.
La burla sopla su clarinete
y mi niebla se desenrosca,
me pide libertad,
se marcha
y estrangula las horas.

Resto

Quedan los movimientos elementales
de la sangre
y el rostro, espejo ciego
donde se precipita el mediodía.

Quedan las manos, apenas,
suavemente dibujadas
en la espalda negra del aire.

Quedan las palabras, no la música,
no el rumor equidistante del sol
cuando hace noche, dolor y miedo.

Quedan los animalitos cansados
de golpear, cara y seca,
en su jaula de huesos.

Medea

Mientras afuera, entre gemidos
las conjeturas más variadas
martillaban el corazón de las mujeres del pueblo,
ella miraba sus manos
y en silencio
leía la escritura indeleble.

Por la ventana entró el murmullo
de los niños de ojos claros,
entró en su pecho envejecido
y lo armó de fuerza más dura que una coraza.

Así se abalanzó hacia las puertas
con el cuchillo de suave lengua

Entonces comenzó lo que todos saben.

No es un poema

Los rostros son los mismos,
los cuerpos son los mismos,
las palabras huelen a viejo,
las ideas a cadáver antiguo.

Esto no es un poema:
es un grito de rabia,
rabia por los ojos huecos,
por las palabras torpes
que digo y que me dicen,
por inclinar la cabeza
ante ratones,
ante cerebros llenos de orín,
ante muertos persistentes
que obstruyen el jardín del aire.

Esto no es un poema:
es un puntapié universal,
un golpe en el estómago del cielo,
una enorme náusea
roja
como era la sangre antes de ser agua.

Habitante de la nada

Vivo entre piedras,
su forma se me parece.
¿Yo soy una piedra,
un juguete en la tumba de un niño,
una medalla ennegrecida?
Soy más bien un espejo gastado,
una superficie que no refleja,
un rostro impar,
un día que termina.

Nombres

En la desolación de mi sangre,
bajo la angustia que me enceguece
yo busco nombres para mi amor:
mi amor casi odio,
apenas sol.

 (S. Thénon. La morada imposible. Ed. Ana M. Barrenechea y María Negroni. T. I. Buenos Aires: Ediciones Corregidor, 2001)