Poesía Náhuatl

Nezahualcóyotl
Canto de primavera

En la casa de las pinturas
comienza a cantar,
ensaya el canto,
derrama flores,
alegra el canto.

Resuena el canto,
los cascabeles se hacen oír,
a ellos responden
nuestras sonajas floridas.
Derrama flores,
alegra el canto.

Sobre las flores canta
el hermoso faisán,
su canto despliega
en el interior de las aguas.
A él responden
varios pájaros rojos,
el hermoso pájaro rojo
bellamente canta.

Libro de pinturas es tu corazón,
has venido a cantar,
haces resonar tus tambores,
tú eres el cantor.
En el interior de la casa de la primavera,
alegras a las gentes.

Tú sólo repartes
flores que embriagan,
flores preciosas.
Tú eres el cantor.
En el interior de la casa de la primavera,
alegras a las gentes.

Poneos de pie

¡Amigos míos, poneos de pie!
Desamparados están los príncipes,
yo soy Nezahualcóyotl,
soy el cantor,
soy papagayo de gran cabeza.
Toma ya tus flores y tu abanico.
¡Con ellos parte a bailar!
Tú eres mi hijo,
tú eres Yoyontzin.
Toma ya tu cacao,
la flor del cacao,
¡que sea ya bebida!
¡Hágase el baile
comience el dialogar de los cantos!
No es aquí nuestra casa,
no viviremos aquí,
tú de igual modo tendrás que marcharte.

Cacamatzin
Cantos de Cacamatzin

Amigos nuestros,
escuchadlo:
que nadie viva con presunción de realeza.
El furor, las disputas
sean olvidadas,
desaparezcan
en buena hora sobre la tierra.

También a mí solo,
hace poco me decían,
los que estaban en el juego de pelota,
decían, murmuraban:
¿Es posible obrar humanamente?
¿Es posible actuar con discreción?
Yo sólo me conozco a mí mismo.
Todos decían eso,
pero nadie dice verdad en la tierra.

Se extiende la niebla,
resuenan los caracoles,
por encima de mí y de la tierra entera.
Llueven las flores, se entrelazan, hacen giros,
vienen a dar alegría sobre la tierra.

Es en verdad, tal vez como en su casa,
obra nuestro padre,
tal vez como plumajes de quetzal en tiempo de verdor,
con flores se matiza,
aquí sobre la tierra está el Dador de la vida.
En el lugar donde suenan los tambores preciosos,
donde se hacen oír las bellas flautas,
del dios precioso, del dueño del cielo,
collares de plumas rojas
sobre la tierra se estremecen.

Envuelve la niebla los cantos del escudo,
sobre la tierra cae lluvia de dardos,
con ellos se obscurece el color de todas las flores,
hay truenos en el cielo.
Con escudos de oro
allá se hace la danza.

Yo sólo digo,
yo, Cacamatzin,
ahora sólo me acuerdo
del señor Nezahualpilli.
¿Acaso allá se ven,
acaso allá dialogan
él y Nezahualcóyotl
en el lugar de los atabales?
Yo de ellos ahora me acuerdo.

¿Quién en verdad no tendrá que ir allá?
¡Si es jade, si es oro,
acaso no tendrá que ir allá?
¿Soy yo acaso escudo de turquesas,
una vez más cual mosaico volveré a ser incrustado?
¿Volveré a salir sobre la tierra?
¿Con manos finas seré amortajado?
Todavía sobre la tierra, cerca del lugar de los atabales,
de ellos yo me acuerdo.

Tecayehuatzin de Huexotzinco
¡Cantemos ya!

Cantemos ya,
continuemos ahora los cantos
en medio de la florida luz y el calor,
¡oh amigos nuestros!
¿Quiénes son?
Yo salgo a su encuentro,
¿dónde los busco?,
en el lugar de los atabales,
aquí mismo.
Yo sólo concibo cantos floridos,
yo vuestro amigo,
soy sólo el señor chichimeca,
Tecayehuatzin.
¿Acaso alguien
acaso no todos nosotros,
daremos alegría,
haremos feliz,
al Inventor de sí mismo?

Ojalá que allá, en buen tiempo, en Tlaxcala,
estén mis floridos cantos aletargantes.
Ojalá estén los cantos que embriagan
de Xicohténcatl, de Temilotzin,
del príncipe Cuitlízcatl.

El Tamoanchan de las águilas,
la Casa de la noche de los tigres
están en Huexotzinco.
Allá está el lugar de la muerte
del quien hizo merecimientos, Tlacahuepan.
Allá se alegran
las flores que son la comunidad de los príncipes,
los señores, en sus casas de primavera.
Con flores de cacao,
exclama y viene veloz,
allá con las flores se alegra
en el interior de las aguas.
Viene de prisa con su escudo de oro.
Que con abanicos
con el cayado de flores rojas,
con banderas de pluma de quetzal
vengamos a dar alegría
en el interior de las casas de la primavera.

Resuenan los timbales color de jade,
lluvia de florido rocío
ha caído sobre la tierra.
En la casa de plumas amarillas
está lloviendo con fuerza.
Su hijo ha bajado,
en la primavera desciende allí,
es el Dador de la Vida.
Sus cantos hacen crecer,
se adorna con flores en el lugar de los atabales,
se entrelaza.
De aquí ya salen,
las flores que embriagan,
¡alegraos!

Ayocuan Cuetzpaltzin
Canto en loor de Huexotzinco

Asediada, odiada
sería la ciudad de Huexotzinco,
si estuviera rodeada de dardos,
Huexotzinco circunda de espinosas flechas.

El timbal, la concha de tortuga
repercuten en vuestra casa,
permanecen en Huexotzinco.
Allá vigila Tecayehuatzin,
el señor Quecéhuatl,
allí tañe la flauta, canta,
en su casa de Huexotzinco.
Escuchad:
hacia acá baja nuestro padre el dios.
Aquí está su casa,
donde se encuentra el tamboril de los tigres,
donde han quedado prendidos los cantos
al son de los timbales.

Como si fueran flores,
allí se despliegan los mantos de quetzal
en la casa de las pinturas.
Así se venera en la tierra y el monte,
así se venera al único dios.
Como dardos floridos e ígneos
se levantan tus casas preciosas.
Mi casa dorada de las pinturas,
¡también es tu casa, único dios!

(Trece poetas del mundo azteca. Ed. Miguel León-Portilla. 4a ed. México: UNAM, 1984)