Mané Zaldívar

Microondas

No me hago problemas con el tiempo que pasa,
ni me hago cargo del río que fluye sin retorno
y su agua que no se bebe la misma dos veces.

Me aterra en cambio esperar segundo a segundo,
apoyada en el mesón contiguo al lavaplatos,
que se caliente este plato de sopa de tomates,
y oír al fin tres veces el pitido
mientras tu recuerdo que se escurre
se congela dentro del refrigerador.

El invitado

Siempre habrá un verso de Vallejo flotando en mi tristeza
porque el anciano dolor ciego es el que más duele
el que má sabe
el que más dura.

Monta ágil y cabalga silencioso
tendido sobre tierras y mares, cerros y arenas
aferrado como lapa a siglos y segundos.

No hay retrato, fotografía, mapa ni aviso
luminoso que lo muestre.

Se esconde, se esconde, siempre
se esconde.
Se hace noche en lo oscuro, se vuelve día al clarear
a mediodía es puro sol
se confunde juguetón con el vientecillo de la tarde
canta al oído una canción de cuna mientras salen las
estrellas.

Lo comes al desayuno
lo bebes con el agua, también con el vino,
se sienta sobre tus piernas, lo acunas en tu pecho,
te mira de reojo, te aguarda en cada esquina.

Al caer la noche y su cansancio te busca a tientas y
en la cama, se te cuela entre las sábanas gastadas.

Y, solo a veces, con los ojos cerrados y con suerte,
lo divisas sonriente, lozano y despejado,
a lo lejos, a lo lejos,
instalado en la cabecera de tu cuerpo.

Musa

Empeñoso, pretendes quitarme el alma
arrancarme del paisaje en que habito
y clavas y clavas la punta de tu lengua
sobre el inasible tapiz que me dibuja

Tu obsesión husmea mi territorio,
joven ilustrado, y te transformas
con las ventanillas de tu nariz
que se abren y cierran encendidas
palpitando fuera de compás.

Deseas oler algo de mi aliento, pero yo,
relajada como en un baño de burbujas
(con tantos años de circo en el cuerpo)
me burlo de tus intentos danzando
sobre la alfombra de tu impaciencia
para luego esparcir perfumes baratos
que engañan tu avidez, joven montero,
y te desvías hacia territorios sin salida

¿Sabías, muchacho, que de madrugada
me hago palabra, letra a letra, sílaba a sílaba,
y que vuelo y aleteo en un abrir y cerrar de ojos
y que solo me percibes, me avizoras más bien,
con el rabillo del ojo, pero después me escondo
de tus ansias, frágil avecita de rapiña
y me hago carroña sobre la cárcel
de tu página mañanera?

Ya estoy vieja, querido, ya estoy vieja
no me la tengo tan fácil,
no insistas,
busca adrenalina y lucro en otra parte
pues aquí atiendo solo tarde mal y nunca
si es que.

A fin de cuentas

Entre el espanto de la
vigilia
y el terror de los sueños
me quedo con este
hilo
de

pa

la

bras

suspendidas en el abismo

Márketing

Aquí se vende todo lo que
usted necesita
vivo o muerto
solo tiene que pagar su módico valor
y ya
puede hacerlo en efectivo, en cheque o
con tarjeta de crédito
al contado o en cómodas cuotas
mensuales
como ve, fácil muy fácil
usted siempre tiene la razón, pero vea
un detalle.
Seremos honestos con usted, sepa
que compre o no compre
pague o no pague
no importa cómo
siempre estará en deuda con nosotros
son las reglas.
Dormirá con la
sensación
de no conseguir lo que necesita de
no haber pagado lo que
debe
de querer encontrar lo que
—no, no ha llegado
ni aquí ni a ninguna parte.
Esa es nuestra clave del éxito
saber lo que usted quiere
hacerle creer que lo obtuvo
y esperar que usted vuelva
día a día
inocente
a cambiar su compra
intentando calmar su deseo
insatisfecho, su
angustia permanente, su
ridícula ansiedad de poseer lo que
ni nosotros ni nadie puede darle y
aunque su patética actitud es conmovedora
Le advertimos
Nosotros ya lo comprobamos
No se puede
No hay caso
Ella espera
Día a día
Con la mejor de sus sonrisas
El momento preciso
agazapada tras el mostrador

(M. Zaldívar. Mano abierta. Pról. Jaime Concha. Santiago de Chile: FCE, 2018)