Trovadores

Guilhem de Peitieu
I
Haré un verso sobre absolutamente nada:
no será sobre mi ni sobre otra gente,
no será de amor ni de juventud,
ni de nada más,
sino que fue trovado durmiendo
sobre un caballo.

II
No sé en qué hora nací,
no estoy alegre ni triste,
no soy arisco ni soy sociable,
ni puedo ser de otro modo,
porque así fui hechizado de noche
sobre una alta montaña.

III
No sé cuándo estoy dormido,
ni cuándo velo, si no me lo dicen;
por poco se me quiebra el corazón
por un cordial dolor;
y ello no me importa una hormiga
por San Marcial!

IV
Estoy enfermo y temo morirme;
y sólo sé lo que digo decir.
Buscaré médico a mi capricho,
y no sé de ninguno así;
será buen médico si puede curarme,
pero no si empeoro.

V
Tengo amiga, no sé quién es:
pues nunca la vi, a fe mía;
ni hizo que me pluguiera ni que me pesara,
y no me importa:
porque nunca hubo normando ni francés
dentro de mi casa.

VI
Nunca la vi y la amo mucho;
nunca tuve de ella favor ni me hizo ofensa;
cuando no la veo, me lo tomo en broma;
no me importa un gallo:
Porque sé de una más gentil y más hermosa,
y que más vale.

VII
No sé si el lugar hacia donde vive,
está en la montaña o está en el llano;
no oso decir lo injusta que es conmigo,
antes bien me callo;
y pésame mucho que ella se quede aquí,
por esto me voy.

VIII
He hecho el verso, no sé sobre quién;
y lo enviaré a aquel que
por medio de otro
lo enviará de mi parte hacia Peitieu,
que me envíe la contrallave
de su estuche.

Bernart de Ventadorn
I
El tiempo se va y viene y vuelve
a través de días, de meses y de años,
y yo, desgraciado!, no sé qué decir,
pues siempre es el mismo mi deseo.
Siempre es el mismo y no cambia,
porque a una quiero y he querido,
de la que nunca he tenido gozo.

II
Mientras ella no pierde la sonrisa,
a mí me vienen penas y daños,
pues me ha hecho sentar a tal juego
en el que tengo por dos veces lo peor
—ya que es amor perdido
aquel que sólo es mantenido por una parte—,
hasta que ella llegue a un acuerdo.

III
Tendría que ser maldiciente
de mí mismo con razón,
pues no nació nunca nadie de madre
que tanto sirviese en vano;
y si ella no me escarmienta,
pronto doblará la locura,
porque el loco no teme hasta que le pegan.

IV
Nunca más seré cantor
ni de la escuela de Ebles,
pues mi cantar no me sirve para nada
ni mis estrofas ni mis melodías;
ni nada que haga ni diga,
no sé que me sea de provecho,
ni le veo mejora.

V
Si bien aparento alegría,
interiormente tengo muy afligido el corazón.
Quién vio alguna vez hacer penitencia
antes que el pecado?
Cuanto más le ruego más dura me es;
pero si en breve tiempo no mejora,
llegaré a la separación.

VI
Pero está bien que me someta
a toda su voluntad,
porque si me muestra injusticia y dilación,
pronto se apiadará;
que eso enseña la Escritura:
en cosas de bienandanza
un día vale más de ciento.

VII
En mi vida me apartaré de ella,
mientras esté sano y salvo,
porque en cuanto ha germinado el grano,
la cascarilla es juguete del viento;
y si con todo no se apresura,
por mí no será maldecida,
con tal que se enmiende en adelante.

VIII
Ay, buen amor codiciado,
cuerpo en hecho, esbelto y terso,
fresca cara colorida,
que Dios formó con sus manos!
Siempre os he deseado,
y ninguna otra me gusta.
Otro amor no quiero!

IX
Dulce criatura bien instruida,
aquel que os ha formado tan gentil
me dé aquel gozo que espero de vos!

Berenguer de Palou
I
Me gustan tanto júbilo, amor, canto,
alegría, diversión y cortesía,
que el mundo no posee riqueza ni caudal
que me hicieran sentirme más afortunado;
pues bien sé yo que mi dama tiene las llaves
de todos los bienes que aguardo y espero,
y sin ella no puedo conseguir nada de eso.

II
Su gran valor y su humilde semblante,
su gentil hablar y su bella compañía,
han hecho que siempre quisiera su señorío
más que el de otra que hubiese visto antes o después;
y si su persona amorosa y suave
no se digna retenerme bajo su piedad,
Amor no puede complacerme con otra cosa.

III
Tanto he querido su bien y su realce,
y tanto la he deseado a ella y su compañía
que creo que nunca, si quisiera alejarme,
se podría separar de ella mi voluntad;
y si proclamo su honor, su bien y su fama,
en modo alguno puedo pasar por mentiroso,
pues con su valía bien sabe probar mi veracidad.

IV
Hermosa señora, cortés, bienandante,
con seguro juicio, sin reproche y sin locura,
aunque no os veo tan a menudo como querría,
mi imaginación alivia mis afanes,
con lo que me deleito, huelgo y descanso;
y cuando, por otra parte, no os pueden ver mis ojos
siempre os veo con el pensamiento día y noche.

V
¿Sabéis por qué no me desvío ni titubeo
en amaros, mi hermosa dulce amiga?
Porque, si os poseyera, no tendría que temer,
que interpusieras falsedad y engaño;
pues yo prefiero —porque sólo oso presumirlo—
que podías llegar a ser mía
a besar, abrazar y poseer a otra.

VI
Pues, si llego a verme rodeado por vuestros brazos
de modo que ambos parezcamos de una sola voluntad,
me admira dónde podría contenerse el gozo.

Bertran D’Alamanon
I
Estar de centinela me da tanto miedo
que por poco reniego de todo cuanto existe,
y el arnés me mata, tan fuertemente me pesa,
y tengo que armarme, aunque me pese.
            Pero si el señor para quien lo hago
            me lo agradeciera, no me dolería;
mas no recibo de él agradecimiento ni lo espero,
y menos de Dios: ved si no debo dolerme.

(Martín de Riquer. Los trovadores. Historia literaria y textos. Pról. Pere Gimferrer. 1a ed. en esta presentación. Barcelona: Ariel, 2011)