Elena Jordana

V

Che, pibe
esta mañana hace un frío tan nuestro
tan bonaerense
que quisiera
acurrucada en tu hombro
pedirte
que me inventaras a Gardel
rápido
antes que la nostalgia haga el último gol
o invitarte a montar
una bicicleta mágica
que nos llevara por la costanera y el bajo

muchachito
esta tarde tan bonaerense
siento unas ganas demasiado fuertes
de inventar con vos un futuro
no tan gris
como este que invento
tecla a tecla
a solas
esta noche tan de allá
va a ser larga sin tus manos
sin un mate
sin un sueño al que asirse
sin otra cosa que los poemas de Vallejo
a quien ya no le sirve que yo le grite
te entiendo
va a ser una larga noche
pateando recuerdos
sin un Vallejo que oiga
sin vos
sin bicicleta
sin Buenos Aires
sin un mate
sin vos…

XII

Esos minúsculos superhombres o supermujeres
que le dicen al poeta principiante:
—antes de usar la palabra desesperado
mire en el diccionario
—ya miré
—¿en cuál?
—en el Pequeño Larousse
—¡es que no conoce siquiera el
Dictionaire des Etimologies, editado en París,
con todas las etimologías posibles de la palabra
de-ses-pe-ga-ziem!

Esos que dicen
ah, claro, el psicoanalista está de moda,
pero hay que vivir la vida tal cual viene
y luego se la pasan psicoanalizando palabras
(sintagma correlativo, hipérbole retruecada, galicismo vulgar)
en vez de vivir las palabras tal cual vienen.

Esos que
hablando de poesía
se ríen de las vísceras, la angustia, el vómito
y sólo hablan de “emociones estéticas”
en una especie de teorema que enuncian así:
la quintaesencia de Borges versus la histeria de Sábato
o el refinamiento de la forma versus el erupto del contenido.

Esos que
sin embargo
de pronto se ponen a gesticular desesperados
(olvidándose de la etimología de la palabra “desespegaziem”)
porque no han sido nombrados académicos de la poesía
o de la lengua
o del uso del diccionario
(aunque por supuesto se guardarían muy bien
de escribir un poema sobre estas frustraciones
que sólo deben ser guardadas en lo más recóndito del hígado).

A todos ésos les digo
¿sabía usted que después de los veinte
todo lo que uno dice por la boca
o la máquina de escribir
se dibuja en la cara?

XIII. Tango

Soy esa borrachera que necesitás a mitad de año
cuando el aguinaldo
las vacaciones
el ascenso
aún estás lejos
soy la nota disonante
que te ayuda a sobrellevar esa armonía monótona
que decís que es tu vida
soy ese minuto de locura
que te permite aguantar el resto de la hora
el elogio dicho con firmeza tal que descarta tu duda
la urna en que depositás tus lastimeros “vos no sabés”
tus pequeñas frustraciones cotidianas
tus:
el café está frío
quién me abrió esta carta
otra vez la cuenta del gas

soy la que despierta los rincones más inéditos de tu piel
la que te hace decir:
con vos me siento otra vez un colegial

soy
en otras palabras
esa mujer que te llevás a un hotel
en una noche de borrachera
y a quien te olvidás de preguntar su nombre
o si podrás volver a verla algún día.

XX

a veces la dimensión de la felicidad
está dada en ese medio centímetro más del nuevo zapato
en un color de pelo inusitado
en un cigarrillo fumado a medias
en las migas de pan y las manchas de vino sobre el mantel
en la evocación de una mano maternal
carnosa, regordeta
salando los bistécs del mediodía
en el silbido milenario del afilador de cuchillos
en el silencio radiante de un chico
al que se le elogian su buena letra
o sus rodillas limpias

a veces la felicidad es algo tan descabellado
como querer volar
o como necesitar la mano de mamá
para seguir andando por el mundo.

(E. Jordana. “Poemas no mandados”. En Premio de poesía Aguascalientes. 30 años. 1978-1987. México: Joaquín Mortiz, 1997)