Novalis

Lleva la piedra un signo indescifrable
grabado al fondo de su sangre hirviente.
Se puede comparar a un corazón
donde duerme la imagen de la desconocida.
Envuelven a la piedra mil destellos.
Rodean al signo ondas de marea clara.
Enterrado en aquella está el brillo de la luz,
¿Guarda este al corazón de corazones?


Fue la Pasión por una oscura senda
y tan sólo la luna la miraba.
El reino de las sombras se había abierto,
lucía galas extrañas.

Una neblina azul
con un marco dorado la envolvía.
Fantasía la impulsaba
sobre ríos y tierras.

Un misterioso arrojo
le hacía hervir el pecho,
su fuego era un presagio
del placer venidero.

Lloraba la Nostalgia, no sabía
que la Pasión llegaba.
Ahondábase en su rostro
un pesar infinito.

Fiel, la pequeña sierpe
seguía indicando al Norte
y las dos se entregaron
a tan hermosa guía.

Atravesó desiertos la Pasión
y recorrió los reinos de las nubes,
se internó por el claustro de la luna
con su hija de la mano.

Sobre el trono de plata estaba el padre,
desgraciado y a solas;
de repente escuchó la voz de su hija
y en sus brazos se hundió.


Cuando cifras y fórmulas no sean
ya la clave de todas las criaturas,
cuando los que se besan, los que cantan,
sepan más que los sabios más versados,
cuando el mundo recobre
la libertad y vuelva a ser el mundo,
cuando entonces de nuevo luz y sombra
se fundan en más cierta claridad
y cuentos y poemas sean mirados
como historias eternas de la tierra,
bastará con decir la palabra secreta
y este mundo al revés se esfumará.

(Floreced mientras. Poesía del Romanticismo alemán. Ed. bilingüe Juan Andrés García Román. Barcelona: Galaxia Gutenberg, 2017)