William Wordsworth

Versos escritos desde el Puente de Westminster
3 de septiembre, 1802

La Tierra no tiene nada más bello que mostrar:
triste sería quien pasase por alto
una vista tan majestuosa y conmovedora.
Esta Ciudad se encuentra ahora ataviada
con la belleza de la mañana silenciosa;
barcos, torres, cúpulas, teatros y templos
se presentan abiertos a los campos y al cielo.
Todo brilla y reluce en el aire sin humo.
Nunca el sol, con su primer resplandor,
impregnó de tal hermosura valles, rocas y colinas;
¡nunca vi ni sentí una calma tan profunda!
El río se desliza a su propia y dulce voluntad.
¡Dios mío! ¡Hasta las casas parecen dormidas,
y todo ese enorme corazón descansa tranquilo!

El mundo es excesivo con nosotros

El mundo es excesivo con nosotros, constantemente,
recibiendo y gastando, consumimos nuestras fuerzas:
vemos poco en la Naturaleza que sea nuestro;
hemos entregado nuestros corazones, ¡un regalo
      mezquino!
Este Mar que muestra su interior a la luna;
los vientos que luego rugirán todo el tiempo
y ahora esperan en lo alto como flores durmientes;
para esto, para todo, estamos desafinados;
nada nos conmueve. ¡Gran Dios! Prefiero ser
un Pagano amamantado en un credo gastado;
así podría, de pie en este prado agradable,
vislumbrar algo que alivie mi melancolía;
divisar a Proteo surgiendo de las aguas marinas;
u oír al viejo Tritón tocar su cuerno enroscado.
                                                                                 1806

Un poeta

¡Un Poeta! —Se ha entregado por completo a la escuela
y no se atreve a caminar sin el apoyo del cayado
que el Arte ha puesto en sus manos —ha de reírse
siguiendo los preceptos, y llorar según las normas.
Que tu Arte sea la Naturaleza. Bebe el agua pura que
      fluye
y deja que el lacayo sorba su agua estancada,
temiendo que, si no, cuando los Críticos serios y
      objetivos
lo hayan matado, el Desprecio sea su epitafio.
¿Por qué se abren las flores de los prados?
Porque las hermosas florecillas son libres
hasta la raíz y, por ser libres, son audaces.
Así pues, la grandeza de los árboles del bosque
no procede de vaciarse en un molde formal,
sino de su propia vitalidad divina.

1811

Fíjate en esto: el poeta reclama al menos esta alabanza:
que la virtud y la libertad han sido el campo
de su auténtica poesía, que no perdió la esperanza
en los peores momentos de estos días perversos.
Desde la esperanza, el supremo deber que el Cielo pone,
para su propio honor, en el sufrido corazón del hombre.
Que jamás se aleje de nuestras almas una verdad:
que es una cosa maldita mirar con ojos
deslumbrados a los tiranos que triunfan;
¡tampoco —conmovido por el horror de su culpa,
por cuyos actos espantosos se llora y se vierte sangre,
y la justicia trabaja en situación extrema—
olvides tu debilidad, sobre la que se asienta,
oh, hombre desdichado, el trono de la tiranía!

(W. Wordsworth. Poesía selecta. Trad., introd. y notas Eduardo Sánchez Fernández. Ourense, España: Ediciones Linteo, 2018)