Sonja Åkesson

Hilos

¿Muerta? ¿Yo? ¡Qué ocurrencia!
Sé muy bien que existo
Tan sola como estoy
y con el miedo que le tengo a la muerte (banal, ¿verdad?).

Si ustedes también tienen miedo
al menos
no se comportan tan estúpidamente.

Si ustedes también están solos
no se les nota,
al menos no de la misma manera,
así tan claramente, caramba.

Me imagino un montón de hilos.
Como en ese sociograma,
ustedes tienen un montón de hilos entre ustedes.

Ustedes hablan y se ríen y susurran.
Discuten:
por ejemplo sobre la soledad.

«La soledad en la gran ciudad»
«La soledad en el ascensor»
«La soledad del nacimiento
a la muerte»

A mi alrededor cuelgan los hilos sueltos
y envolventes.
Al menor intento, al primer paso,
me enredo, fracaso,
tengo aún más miedo.

Sencillamente tengo pánico a morir.

La Culpa

La Culpa viene arrastrándose.
La Culpa no tiene hogar.
A la Culpa le gustaría tener un hogar.

Rechazo la Culpa.
La Culpa no es mía.
Yo no soy una especie de hogar
aunque ella lo crea.
Ni amo ni dueña
aunque ella lo crea.
Sólo soy un niño, casi.
Sólo un juguete.

Posiblemente sea juguete de la Culpa.
Yo no quiero ser el juguete de la Culpa.
¡Debería largarse!
Pero ¿adónde?
Así que se queda.

A veces está en silencio.
A veces la Culpa está tumbada durmiendo
Es entonces cuando uno — ¡no!
Ella aguza los oídos.

Se lamenta.
Aúlla.
No tiene hogar.

Nadie quiere acogerla.
Ninguna persona quiere tenerla.
Dios no quiere tenerla.
No pueden ser más que habladurías
el que Dios quiera tenerla.

Pero vive.
Tiene derecho a lo suyo.

¿No hay nadie a quien uno pueda dirigirse
para que te ayude con la Culpa?
No.
No hay ningún asistente social o auxiliar,
ni una casa de acogida de refugiados,
ni un lugar de olvido de ningún tipo.

Claro que están los que dicen
que asumen la Culpa.
¡No los creas nunca!
No se puede asumir la Culpa.
La Culpa se introduce en uno subrepticiamente.
Debajo de la piel, en el bazo, en la médula.
Pero la Culpa no tiene allí su hogar.
La culpa no tiene hogar.

Monólogo

Déjalo.
No me tortures.
Como bien ves el niño está cansado
y necesita descansar.

Calla. Déjalo ya.
Deja ya
de silbar esa horrible salmodia.
Deja ya de meter bulla.
El niño tiene miedo ya lo sabes
cuando le viene la sangre.

Así que no me tortures.
Déjalo.
Deja de hablar y perderte y eructar.
Deja de dormir.
Como sabes el niño va a morir.
Necesita valor.

Clavo la vista…

Clavo la vista en el agujero negro.
¿Qué coño de agujero negro?
Clavo la vista en el agujero negro.
¿Qué coño de jodido agujero negro?
Clavo la vista en el agujero negro.
¿Qué agujero negro pues?
Clavo la vista en el agujero
negro.

¿»Peor»?

Está ahí tirado pataleando
jadeando y babeando
porque tiene, claro, alguna especie de pulmones
y carne en la boca y labios
y glándulas salivares.

¡Qué espectáculo!
¡Suerte que los pulmones no estén en las piernas!
¿»Suerte»?

(S. Åkesson. Vivo en Suecia. Antología poética. Ed. bilingüe. Trad. y pról. Francisco J. Uriz. Madrid / Mexico: Vaso Roto Ediciones, 2015)