Lope de Vega

Soneto 29

Fue Troya desdichada, y fue famosa,
vuelta en ceniza, en humo convertida,
tanto, que Grecia, de quien fue vencida,
está de sus desdichas envidiosa.

Así en la llama de mi amor celosa,
pretende nombre mi abrasada vida,
y el alma en esos ojos encendida,
la fama de atrevida mariposa.

Cuando soberbia y victoriosa estuvo,
no tuvo el nombre que le dio su llama:
tal por incendios a la fama subo.

Consuelo entre los míseros se llama
que quien por las venturas no la tuvo,
por las desdichas venga a tener fama.

Soneto 61

Ir y quedarse, y con quedar partirse,
partir sin alma, e ir con alma ajena,
oír la dulce voz de una sirena
y no poder del árbol desasirse;

arder como la vela y consumirse
haciendo torres sobre tierna arena;
caer de un cielo, y ser demonio en pena,
y de serlo jamás arrepentirse;

hablar entre las mudas soledades,
pedir prestada, sobre fe, paciencia,
y lo que es temporal llamar eterno;

creer sospechas y negar verdades,
es lo que llaman en el mundo ausencia,
fuego en el alma y en la vida infierno.

Soneto 78

Este mi triste y miserable estado
me ha reducido a punto tan estrecho,
que cuando espero el bien, el mal sospecho,
temiendo el mal, del bien desconfiado.

El daño me parece declarado,
y entre mil imposibles, el provecho;
propios efetos de un dudoso pecho,
cobarde al bien y al mal determinado.

Deseo la muerte, para ver si en ella
halla tan grave mal el bien extremo;
mas quien por bien la tiene no la alcanza.

¡Quién la pasara ya por no temella!
Que estoy tal de esperar, que menos temo
la pena de morir, que la tardanza.

Soneto 102

Cuando el mejor planeta en el diluvio
tiempla de Etna y volcán la ardiente fragua,
y el mar, pasando el límite, desagua,
encarcelando al sol dorado y rubio;

cuando cuelgan del Cáucaso y Vesubio
mil cuerpos entre verdes ovas y agua;
cuando balas de nieve y rayos fragua,
y el Gange se juntó con el Danubio;

cuando el tiempo perdió su mismo estilo,
y el infierno pensó tener sosiego,
y excedió sus pirámides el Nilo;

cuando el mundo quedó turbado y ciego,
¿dónde estabas, Amor? ¿Cuál fue tu asilo,
que en tantas aguas se escapó tu fuego?

Soneto 11

Cuando pensé que mi tormento esquivo
hiciera fin, comienza mi tormento,
y allí donde pensé tener contento,
allí sin él, desesperado, vivo.

Donde enviaba por el verde olivo,
me trujo sangre el triste pensamiento;
los bienes que pensé gozar de asiento
huyeron más que el aire fugitivo.

Cuitado yo, que la enemiga mía
ya de tibieza en hielo se deshace,
ya de mi fuego se consume y arde.

(L. de Vega. Obras poéticas. Ed. José Manuel Blecua. Barcelona: Planeta, 1983)