François Villon

Balada de los proverbios

Tanto escarba la cabra que mal yace,
Tanto va el cántaro al agua que se rompe,
Tanto se calienta el hierro que enrojece,
Tanto se le machaca que se quiebra,
Tanto vale el hombre como se le estima,
Tanto se marcha lejos que se le olvida,
Tanto se vuelve malo que se le odia,
Tanto se invoca Navidad que llega.

Tanto habla uno que se contradice,
Tanto vale tener fama como talento,
Tanto prometemos que hay que desdecirse,
Tanto pedimos algo que lo conseguimos,
Tanto una cosa es cara como es más buscada,
Tanto se va tras ella que al fin la hallamos,
Tanto está a nuestro alcance que no nos apetece,
Tanto se invoca Navidad que llega.

Tanto se quiere al perro que le damos comida,
Tanto se oye la canción que se aprende,
Tanto se guarda el fruto que se pudre,
Tanto se asedia una plaza que se rinde,
Tanto se tarda en ir que falta lo emprendido,
Tanto se anda con prisas que mal nos sale,
Tanto se quiere abarcar que mal se aprieta,
Tanto se invoca Navidad que llega.

Tanto se inventan bromas que no dan risa,
Tanto se gasta que sin camisa vamos,
Tato se franquea uno que todo se desbarata,
Tanto más vale «¡Toma!» que cosa prometida,
Tanto se ama a Dios que se sigue a la Iglesia,
Tanto se llega a dar que se pide prestado,
Tanto cambia el viento que se torna en cierzo,
Tanto se invoca Navidad que llega.

Tanto vive el loco que sienta la cabeza,
Tanto se aleja uno que luego vuelve,
Tanto se le corrige que al fin se enmienda,
Tanto se invoca Navidad que llega.

Balada final

Aquí se cierra y acaba
El testamento del pobre Villon.
Venid a su entierro,
Cuando oigáis el carillón,
Vestidos de bermellón,
Pues murió mártir de amor;
Lo juró por su virilidad
Cuando del mundo quiso partir.

Y creo que en verdad no miente,
Porque fue tratado como un pingajo
Despiadadamente por sus amores;
Tanto que, de aquí a Rosellón,
No hay zarza ni matorral
Que no tenga, lo dice sin mentir,
De su vestido, un jirón,
Cuando del mundo quiso partir.

Así es y por consiguiente,
Cuando murió sólo vestía de andrajos
Es más, al morir, pérfidamente
Le pinchaba aún el aguijón de Amor;
Más afilado que el hebijón
De un talabarte le hacía sufrir
(Es lo que nos maravilla)
Cuando del mundo quiso partir.

Príncipe, gentil como un esmerejón,
Sabed lo que Villon hizo al morir
Bebió un trago de vino peleón
Cuando del mundo quiso partir.

Balada de los señores de antaño

Y es más, ¿dónde está Calixto tercero,
El último fallecido de tal nombre,
Que cuatro años ocupó el Papado?
¿Alfonso, el rey de Aragón,
El gentil duque de Borbón,
Y Arturo, duque de Bretaña,
Y Carlos séptimo el bueno?
¿Más dónde el valeroso Carlomagno?

¿Igualmente, el rey de Escocia
Que dicen tuvo la mitad del rostro
Bermeja como una amatista
Desde la frente hasta la barbilla?
¿El rey de Chipre de tanta fama?
¡Ay! ¿Y el buen rey de España
Del que no recuerdo el nombre?
¿Mas dónde el valeroso Carlomagno?

Pero renuncio a seguir hablando;
El mundo no es más que engaño.
No hay quien escape a la muerte,
Ni pueda alzar recurso contra ella.
Todavía hago una pregunta:
Ladislao, el rey de Bohemia,
¿Dónde está? ¿Dónde sus antepasados?
¿Más dónde el valeroso Carlomagno?

¿Dónde está Duguesclin, el buen bretón?
¿O el conde delfín de Auvernia?
¿Y el difunto duque de Alençon?
¿Mas dónde el valeroso Carlomagno?

(F. Villon. Poesía completa. Trad. Gonzalo Suárez Gómez. Madrid: Visor, 1979)