Alexis Gómez Rosa

Los lugares comunes

Tu nombre sólo existe
para pronunciarse en la cama.
Tu nombre de arcilla caribe,
bambú, guarapo y caimoní,
humedece los labios que articulan
su forma, viene a ser un círculo
negro de advertencia; ese
tu nombre que avisa la carne
que lo aguanta, se refugia
en tu vulva salobre y se duerme
contigo. Tu nombre manchado
de improviso en el lavabo,
surge de mi tierra mental
que invade el sueño; ese
tu nombre oloroso a cañaveral
y a licor casero.
Nombre de oscura geografía
instalado en un mapa salvaje,
sabe a ríos infinitos y a sótano
preñado de misterio. Tu nombre
amasado por sombrías concubinas,
entra en la composición
de un siglo de miserias; ese
tu nombre como un collar
de semillas de tamarindo,
tornasolea su piel entre los
buhoneros
del parque, y pernocta
en la rambla que frecuentan
buzos y soldados. Tu nombre
que arde igual que la picadura
del tabaco, lleva sombrero
cuando paseas el lunes
por la tarde. Tu nombre,
nacido del centro mismo del
mundo, anuncia el sol de una vida
al día siguiente. Nombre de aguacero
y mollizna: entra y sale
de lo cálido a lo ardiente.
Tu nombre, lanzado por lenguas
de mudez mensajera, pregona
las noticias que guarda el viento
en su valija.

Oración

El mercado es el mercado y en él compro.
El mercado es el mercado y en él copulo.
El mercado es el mercado y en él vendo tu alma al diablo.

En el mercado soy la espuma en el vaso de cerveza.
En el mercado soy la máscara que ausculta los mundos
interiores.

En el mercado soy la botella en la marea de tus pulsaciones,
haciendo girar basílicas y obeliscos del siglo XXI.

En el mercado no hay más mercado, se vende la vida.
En el mercado me abro al viento Sur como al del Norte.
En el mercado grito y blasfemo y esas pulcras palabras,
recrean la opípara mesa de la última cena.

¿Quién no está en su lugar?

Todo está en su lugar.
Vallejo y Neruda peleándose
los huesos,
y ese verso inicial, doméstico,
de cabecera,
que ha perdido la cabeza.
Está en su lugar
la uniformada luz de la sombra.
El hambre
del hombre y de la hembra,
la felonía, el homicidio,
el cohecho,
ocultando su procedencia muda.
¿Quién no está en su lugar,
dignos lugareños de todas
las muertes?
Está en su lugar
el Central Park y su tambor
fotogénico de arcilla,
recoge el área enterita
del todo americano.
Fifth Avenue,
Statue of Liberty,
tan sólo eran recuerdos
del lugar: el todo
por el todo,
paraje de los (h)unos
y los otros.

¿Quién dice el lugar,
la fecha, la partida?
Como el soldado en su marca,
¡listo!,
el raneado desastre.
¿Quién no guarda su lápida
en el fin
del principio?

Todo está en su lugar.
Cuantificable el pelo,
los gajos
de la memoria;
la sangre a tiro de gracia
dudando su lugar:
mi cuerpo hecho de historias,
¿Cuántos hombres
encierra en esta muerte?

Desencuentro

¿Y el cojo? ¿En qué aire abandonó
su pierna?, ¿en qué zapato regresa?
Ensartando vacíos, remolinos,
donde antes había carne, huesos,
membranas, un pie danzante.
Siento el percutir de las horas
goteando en el oído del mundo.
También un galope unánime,
ascendiendo pedradas, los enanos.
Todos vuelven a ser coro.
Todos se llenan la boca de espagueti,
ensayando duendes, federicos,
entro a la nada en la que acontece
una ventana. Saltan allí mandíbulas,
cojeando, la palabra que consagra.
Ombligos de primerísima emoción
hacia la funeraria y el templo,
resulta verdaderamente atractivo.
¿Quiénes encaminan miradas
a continuación del sol visionario
de los ciegos? Lo visto transmigra
y se abulta en calles y anexos.
La vista se angosta e involuciona
puertos, altos azules, a curricán
de veloces estrellas.
Mi cuerpo lo arroja mi mujer,
lo vomita su lesbiana. Algo
me huele negro, muy feo. La poesía:
perpendicular es al bostezo
de un policía de tránsito.

(A. Gómez Rosa. La mirada imantada. Antología poética. Santo Domingo: Banco Central de la República Dominicana, 2014)