Nicole Cecilia Delgado

yo no sabía nada del amor
                        ni tú tampoco

el amor no era aquel ensayo tímido y esquivo
que habíamos aprendido en la familia:

mi soledad de hija única sin padre
mi madre durmiendo sola
o el matrimonio estable de los tuyos
a quienes nunca viste besarse en la boca

el amor no eran mi abuelo médico y mi abuela
durmiendo en camas separadas
ni tu abuelo alcohólico y la violencia doméstica

o la mentira gringa
—blanca o negra—
de la tele importada

no era eso el amor y menos
                        mi exigirte diálogo
                        tu ponerme a prueba

yo no sabía nada del amor ni tú
                        pero aún así tratamos:

aferrándonos al silencio del sueño compartido
al recuerdo del sexo apresurado entre las huelgas

quisimos hacernos un amor a la vanguardia
pero tampoco supimos qué era la revolución


desde acá no puedo tocarte
no hay beso que pueda borrarte la tristeza

tú que seguramente intuyes la simple razón de mi alegría
yo que voy a los parques a leer poesía mexicana y canto
no podemos hacer nada

en estos días me ha dado concantariconbailariconsaliralparque

porque empecé a pensar en la felicidad                               esa quimera
íntimamente relacionada con los procesos de mi cuerpo solo

tú no me tocas tampoco

aunque a veces quiero estarme adentro tuyo
y empezar a sentir
lo que tú sientes


la ciudad es una impresión difícil
deja de tener su gracia por las noches
                                                      cuando quiero encender una vela
                                                      mirar fotos
                                                      desplegar mis cachivaches por el suelo
                                                      abrazarte


la poesía
tiene el privilegio de anularse
desechando pieles abscesos cicatrices

su naturaleza es omnívora
su platillo predilecto
es
la carne propia


e=mc^2

hoy así el universo muere
einstein reinventa la relatividad
todo es el caos si no nos encontramos
si la luz no mete un dedo en mi ojo derecho y me hace llorar
tengo susceptibles las pestañas
me conmueve un señor que agita una mano efusivamente
(con la otra sostiene un cigarrillo)
me importa poco la filosofía de los Hombres
voy a dejar de hacerme sabotajes
después de todo, todo es relativo.

(N. C. Delgado. Violencias Cotidianas. México: Proyecto Literal, 2009)