yo no sabía nada del amor
ni tú tampoco
el amor no era aquel ensayo tímido y esquivo
que habíamos aprendido en la familia:
mi soledad de hija única sin padre
mi madre durmiendo sola
o el matrimonio estable de los tuyos
a quienes nunca viste besarse en la boca
el amor no eran mi abuelo médico y mi abuela
durmiendo en camas separadas
ni tu abuelo alcohólico y la violencia doméstica
o la mentira gringa
—blanca o negra—
de la tele importada
no era eso el amor y menos
mi exigirte diálogo
tu ponerme a prueba
yo no sabía nada del amor ni tú
pero aún así tratamos:
aferrándonos al silencio del sueño compartido
al recuerdo del sexo apresurado entre las huelgas
quisimos hacernos un amor a la vanguardia
pero tampoco supimos qué era la revolución
desde acá no puedo tocarte
no hay beso que pueda borrarte la tristeza
tú que seguramente intuyes la simple razón de mi alegría
yo que voy a los parques a leer poesía mexicana y canto
no podemos hacer nada
en estos días me ha dado concantariconbailariconsaliralparque
porque empecé a pensar en la felicidad esa quimera
íntimamente relacionada con los procesos de mi cuerpo solo
tú no me tocas tampoco
aunque a veces quiero estarme adentro tuyo
y empezar a sentir
lo que tú sientes
la ciudad es una impresión difícil
deja de tener su gracia por las noches
cuando quiero encender una vela
mirar fotos
desplegar mis cachivaches por el suelo
abrazarte
la poesía
tiene el privilegio de anularse
desechando pieles abscesos cicatrices
su naturaleza es omnívora
su platillo predilecto
es
la carne propia
e=mc^2
hoy así el universo muere
einstein reinventa la relatividad
todo es el caos si no nos encontramos
si la luz no mete un dedo en mi ojo derecho y me hace llorar
tengo susceptibles las pestañas
me conmueve un señor que agita una mano efusivamente
(con la otra sostiene un cigarrillo)
me importa poco la filosofía de los Hombres
voy a dejar de hacerme sabotajes
después de todo, todo es relativo.
(N. C. Delgado. Violencias Cotidianas. México: Proyecto Literal, 2009)