Alberto Blanco

La casa del escarabajo

Pequeño amigo, acaricia
la tierra con tus patas,
lleva tu casa más allá
del oscuro principio.

Estás por encontrar
en el hueco que te espera
la eternidad que brilla
cegadora, en todas partes.

Así que cierra las alas,
en la bola del mundo tapa
tu casa para que la luz
no te queme los ojos.

Verás que tu interior
es lo que estuvo afuera
siempre, y que el mundo
fue porque tú fuiste.

La primera estrella

Cielo azul y nube de oro…
¡Qué sensación de eternidad!
Las lentas copas de los árboles
guardan airosamente su secreto.
Alguien pensaría en una señal.

Ala de pájaro que se deshoja.
Olas al fin de un mar inconcebible.
La primera estrella, demasiado humana…
La primera ventana se enciende también.

Siento mi corazón como un astro de vidrio
en medio de la noche que avanza.

Alguien llora entre las sombras.
Alguien ríe tras las ventanas amarillas.
Y el cielo se extiende, inmenso,
lleno de nubes sobre nuestras cabezas.

Un resplandor alcanza altura
y montañas dulcemente silenciosas.

Siluetas en el horizonte
      callado, callado
            regreso
a la casa del Padre.

Oración de los grandes lagos

Perfecta paciencia la del agua
intactos diamantes en puntas de sonido

Gaviotas instantáneas y pesca transparente
brazo de niebla para toda la vida

Palomas plateadas aleteando
detrás de las ramas secas de los arces

Y una línea tendida desde el pico de una estrella
hasta el silencio incandescente de otra

            *

¡Oh, lago inmenso, despeja mis sentidos!

Lava mis ojos en tus pupilas

Limpia mis oídos
con tu voluntad de escuchar

Deja que mi lengua
te exprese con el gusto
salado y dulce de las lágrimas

Permite que mi olfato
te siga a la otra orilla
para que al fin juntos
podamos desembarcar

Y por último concédeme
la gracia de tocarte
y sentir tu redondez
¡soñada patria de nubes
en la palma de la mano!

            *

He de llegar al fin a la abolición
de los límites visibles y de la distancia
en alas del aroma picante de la espuma
y el rumor del agua en pleno vuelo

Allí donde los peces se multiplican
y el metal precioso de tus especulaciones
me hace sentir la pequeñez de mis defectos
en la extensión indivisible de tu serenidad

Los Búhos

Detrás de cada nube, de cada monte
de cada copa, de cada rama
hay búhos en la noche.

Se esconden en el humo de las pipas.
Se alimentan de malentendidos
y estrellas de neón.

En la oscuridad se pueden confundir
lo mismo con esas cenizas
que con sus sombras.

Con los faros gemelos de sus ojos
recorren parsimoniosamente
las aguas de la noche.

Y conversan con el viento.
Sollozan con la lluvia.
Se callan con el sol.

Insinuación al silencio

No hay noche que se cumpla intacta
ni luz que conserve los duros perfiles
de un escaparate contra el cielo:
extraños ojos de irremediable neón.

Porque todas las horas son oscuras,
niñas que recorren los cuartos vacíos
y se quitan la ropa sin mirarse:
la piel tersa… el viento frío…

y un resplandor en el centro del espejo.
La neblina cerrada es su leyenda
que al abrirse confunde a la mañana
con los mil rostros de un espejo roto.

Teoría de la relatividad

Los problemas no se resuelven,
sólo van ocupando menos y menos espacio.
Los problemas son reales, pero tienen límites.
Los problemas no crecen,
lo que crece es la conciencia de ser,
la visión.

Los problemas cambian constantemente de forma.
La visión no; conserva siempre
la misma forma,
pero cambia de tamaño.

Por eso resulta correcto decir
que sólo el error cambia,
como también es cierto
que la visión es totalmente fluida
y que allá afuera hay un viento terrible
y que su capacidad de transformación es asombrosa.

(A. Blanco. El corazón del instante. 2a ed. México: FCE, 2018)