Walt Whitman

Cuando leí el libro

Cuando leí el libro, la famosa biografía,
me dije: así que esto es lo que el autor llama la vida de un hombre.
¿Y así escribirá también alguien mi vida, cuando yo haya muerto?
(Como si alguien supiera algo de mi vida;
a menudo pienso que ni siquiera yo sé nada, o muy poco, de mi verdadera vida:
apenas unos atisbos, un puñado de indicios fugaces, difusos e indirectos,
que quiero investigar aquí, para mi provecho).

Paseaba por la costa

Paseaba por la costa
y, como si un fantasma me hubiese acariciado, sentí que no estaba solo.
Pero el que creía que me acompañaba en mi paseo por la costa,
      ese cuyas caricias adoraba,
ése, al inclinarme y observar a la luz trémula, había desaparecido por completo,
y ya sólo se aparecían los que me resultaban aborrecibles y se burlaban de mí.

Últimas y tardías gotas

¿De dónde venís, y por qué?

No sabemos de dónde (fue la respuesta).
Sólo sabemos que aquí vamos a la deriva, con las demás;
que nos hemos retrasado, que nos hemos rezagado, pero que
      por fin hemos sido arrastrados, y que ahora estamos aquí,
gotas finales del chubasco que pasa.

Cuando llegó el poeta maduro

Cuando llegó el poeta maduro,
rompió a hablar complacida, la Naturaleza (el viejo e impasible
      globo, con sus espectáculos del día y de la noche), y dijo: Es mío.
Pero también lo hizo el Alma del hombre, altiva, celosa y disconforme: No, es sólo mío.
Entonces, el poeta maduro se interpuso entre ambas y las cogió de la mano,
y así sigue hoy y siempre, fundiendo, uniendo, sujetándolas con fuerza de la mano;
y no las soltará hasta haberlas reconciliado,
Hasta que se fundan por completo, jubilosamente.

(W. Whitman. Hojas de hierba. Trad. e introd. Eduardo Moga. Barcelona: Galaxia Gutenberg, 2014)

Nosotros dos, cuánto tiempo hemos sido embaucados

Nosotros dos, cuánto tiempo hemos sido embaucados,
Ahora transmutados, velozmente escapamos como escapa la Naturaleza,
Nosotros somos Naturaleza, hemos estado largo tiempo ausentes, pero
      ahora volvemos,
Nos convertimos en plantas, troncos, follaje, raíces, corteza,
Estamos asentados en el suelo, somos rocas,
Somos robles, crecemos en los claros lado a lado,
Pacemos, somos dos en medio de rebaños salvajes espontáneos como
      cualquier otro,
Somos dos peces que nadan juntos en el mar,
Somos los que son las flores de la acacia blanca, derramamos perfumes
      en torno a las veredas al amanecer y atardecer,
Somos también la tosca obscenidad de las bestias, vegetales, minerales,
Somos dos halcones rapaces, nos cernemos arriba y miramos hacia abajo,
Somos dos soles refulgentes, somos nosotros los que nos equilibramos
      órbicos y astrales, somos como dos cometas,
Encolmillados y cuadrúpedos rondamos por los bosques, saltamos sobre la presa,
Somos dos nubes que mañanas y tardes nos paseamos por sobre las cabezas,
Somos mares que se mezclan, somos dos de esas olas entusiastas que ondulan
      una sobre otra y se entremojan una a otra,
Somos lo que es la atmósfera, transparentes, receptivos, permeables,
      impermeables,
Somos nieve, lluvia, frío, oscuridad, somos cada producto e influencia
      del globo,
Hemos girado y girado hasta arribar de nuevo a casa, los dos,
Hemos invalidado todo salvo la libertad y todo salvo nuestro gozo.

Raíces y hojas todas solas

Raíces y hojas todas solas son éstas,
Aromas que llegan a los hombres y mujeres desde bosques agrestes y orillas de
      las charcas,
Acedera de pecho y claveles de amor, dedos que se enrollan en torno más firme
      que las vides,
Borbotones de las gargantas de los pájaros ocultos en el follaje de los árboles
      mientras sale el sol,
Brisas de la tierra y el amor que parten desde costas vivientes hacia vosotros
      en el mar viviente, ¡hacia vosotros Oh marinos!
Bayas maduradas por la escarcha y ramitas del tercer mes que se ofrecen frescas
      a las personas jóvenes errantes por los campos cuando acaba el invierno,
Capullos de amor puestos ante ti y dentro de ti quienquiera seas,
Capullos que han de desplegarse según los viejos términos,
Si les llevas el calor del sol van a abrirse y cobrar forma, color, perfume,
      para ti,
Si te conviertes en el alimento y la humedad ellos van a convertirse en flores,
      frutos, altas ramas y árboles.

¿Nunca te vino a ti una hora?

¿Nunca te vino a ti una hora,
Un súbito divino resplandor, que se precipitara, reventara todas estas burbujas,
      modas, riqueza?
¿Estos ambiciosos objetivos empresarios: libros, política, arte, amoríos,
Para expresar la nada?

La casa de los muertos de la ciudad

Junto a la casa de los muertos de la ciudad junto a la puerta,
Cuando paseándome despreocupado encaminándome fuera del bullicio,
Curioso me detuve, pues mira, una forma rechazada, acarreada una pobre
      prostituta muerta,
Depositan su cadáver no reclamado, yace sobre el húmedo piso de ladrillos,
La divina mujer, su cuerpo, veo el cuerpo, yo miro eso solo,
Aquella casa otrora llena de pasión y belleza, todo el resto no lo noto,
Ni la quietud tan fría, ni el agua que mana de la llave, ni los morbíficos
      olores me impresionan,
Sino sólo la casa, esa casa prodigiosa, esa hermosa casa delicada, ¡esa ruina!
¡Esa casa inmortal más que todas las filas de viviendas que se hayan construido!
O un blanqui-cupulado capitolio rematado en figura majestuosa, o todas las
      antiguas catedrales alti-capiteladas,
Esa sola casita más que todo esto, ¡pobre, desesperada casa!
Hermosa, horrible ruina, conventillo de un alma, en sí un alma,
Casa no reclamada, rehuida: toma un soplo de mis labios trémulos,
Toma una lágrima caída a un lado mientras me voy por el pensamiento en ti,
Casa muerta del amor, casa de locura y pecado, desplomada, destruida,
Casa de la vida, hace poco habladora y reidora, pero ah, pobre casa, muerta
      incluso entonces,
Meses, años, una casa llena de ecos y de adornos, pero muerta, muerta, muerta.

(W. Whitman. Hojas de hierba. Ed. bilingüe. Introd., trad. y glosario Pablo Ingberg. Buenos Aires: Losada, 2009)

Mirando al oeste desde las costas de California

De cara al oeste, desde las costas de California,
Buscando infatigable lo que aún no ha sido encontrado,
Yo, un niño muy viejo, miro sobre las olas la casa de la maternidad,
      la tierra de las migraciones,
Miro desde las costas de mi mar del oeste, casi cumplido el círculo;
Porque habiendo partido hacia el oeste, desde la India, desde los
      valles de Cachemira,
Desde Asia, desde el norte, desde el Dios, el sabio y el héroe,
Desde el sur, desde las floridas penínsulas y las islas de las especias,
Habiendo errado mucho tiempo, habiendo errado alrededor de la
      tierra,
Ahora alegre y feliz miro mi antigua casa.
(¿Adónde está lo que busco desde hace tanto tiempo?
¿Y por qué todavía no lo encontré?)
1860                           1867

No labor

Ni una máquina para ahorrar el trabajo,
Ni un descubrimiento he dejado,
Ni podré legar una suma para fundar un hospital o una
      biblioteca
Ni la memoria de una hazaña por América,
Ni un éxito literario o intelectual, ni un libro para los anaqueles,
Sólo unas pocas melodías quedarán vibrando en el aire,
Para camaradas y amantes.
1860                           1881

(W. Whitman. Hojas de hierba. Selec., trad. y notas Jorge Luis Borges. Barcelona: Lumen, 2000)